No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras ¿Soy lo que veo?¿es lo que veo?¿soy el que ve?

sábado, marzo 05, 2005

EsTuPoR



Sentí la lluvia galopar en mis oídos por lo que desperté algo acelerada, como dispuesta a salir por la ventana a disfrutar de ella.
Cogí el abrigo sin notar que no traía ropa sino más bien una vieja camisa y unas zapatillas de levantar. Me cobijé en él, subí el vidrio y me precipité a salir.

En ese instante me percaté del rechazo que provocan en mí las puertas, esa sensación que inspira el dejarlas atrás.
Una vieja película decía: “No mirar ventanas abiertas” por el tan solo hecho de pensar en el suicidio, a mí al contrario se me semeja traspasarla a vivir una experiencia excitante rompiendo con los esquemas creados y establecidos en forma absurda.

Al caer con ambos pies, el agua de un charco mojó mis tobillos.No miré atrás, comencé a correr y a correr.
Si me preguntaban qué quiso decir ese señor al referirse a mi actitud como estupor, no hubiese tenido respuesta, pues yo sólo quería mover mis piernas al compás del viento, sentir como mi cuerpo cortaba la caída inminente de cada gota.

Empapada y cansada, me encontré lejos de mi hogar. Me resultó extraño mirar desde afuera, la ventana de una casa que se encontraba frente a mí. Estaba invadiendo un mundo que no era el mío.
Un joven de rostro impávido leía un libro de tapas rojas. Empecé a sentir especial fijación por él. Deseé que saliera a esta realidad sombría y solitaria, húmeda e inquietante, más no lo hizo. Vagaba concentrado en sus fantasías literarias, con una expresión de ensimismamiento escalofriante.
Transcurrieron veinte minutos antes que lo soltara de mi fatídica obsesión.

No quería regresar pero el frío se me hacía cada vez más fuerte y el galope podía escucharlo a lo lejos, escapándose.

Esta vez caminé despacio, observando paranoica, los daños provocados por la lluvia.
Me invadió la tristeza y arrastrando mis pies comencé a llorar.No supe diferenciar qué fue lágrima y qué gota de nube. Desde entonces es que relaciono en forma tan perfecta lluvia con melancolía.
Reconocí mi ventana y no quise entrar por ella. Saqué la llave puesta bajo el macetero de hortensias y abrí la puerta principal.
La cerré lentamente… había dejado aquella pena angustiante atrás.